Eterianos, criptoterrestres y apariciones marianas

Parte de nuestra labor consiste en proponer a la humanidad un punto de vista no antropocéntrico que le brinde ventajas para una toma de decisiones óptima, sobre todo, en este momento de transición cuando las aguas aun permanecen calmas. Ahora bien, esta visión más amplia seguramente no coincidirá con los sistemas de creencias socialmente aceptados y que, a nuestro entender, fueron sistemáticamente implantados para someter y mantener velada la esclavitud que subyace en la ergástula. Coincidiendo con la postura de nuestro respetado John Keel, “que el que sepa parezca un chiflado,” en La Historia Oculta del Mundo, Paul H. Koch prologa con más elocuencia esta aseveración:
Imaginemos que todos los seres humanos —excepto un puñado que lo guardara en secreto por sus propias razones— padeciéramos una patología concreta, tan generalizada que en la práctica resultara invisible para nosotros. Al no conocerla, no nos plantearíamos curarla. Pensemos por ejemplo en un bloqueo de nuestra capacidad de percepción que nos impidiera ver y escuchar a un pequeño número de personas cuyo color de piel fuera verde. Como nadie podría captarlas, nadie diría, ni siquiera imaginaría, que existen realmente personas verdes. No podríamos detectarlas ni deducir su existencia, aunque influyeran directamente en nuestras vidas para bien o para mal. Y si, por algún motivo, alguien lograra superar ese bloqueo y llegara a verlas, los demás le tacharían de loco peligroso y le ingresarían en un psiquiátrico en cuanto tratara de convencerlos de su existencia.
En el pasado, hemos conectado a los eterianos de Meade Layne junto a los criptoterrestres de Mac Tonnies; por lo tanto, no profundizaremos excesivamente más en esta asociación, salvo en indicar que el medio ambiente de estas entidades corresponde a la Cuarta Densidad, que su fisicalidad es variable, en el sentido que pueden transmogrificarse con distinta apariencia en nuestra realidad física de Tercera Densidad, y que resultan ser los operadores de lo que malinterpretamos como naves extraterrestes tras el fenómeno de anomalías aéreas que estudia la ufología. Del libro Coming of the Guardians (1957), Layne presenta un ejemplo acertado:
Uno de los comunicadores citados, Yada di Shi'it, nos da una ilustración muy útil. “Considere,” dice, “un juego de diez bolas que encastran una dentro de otra, tal como son talladas a menudo por artesanos orientales. Para cualquier punto, por ejemplo, en el interior de la bola más externa, habrá un punto correspondiente en su exterior, y en el exterior y el interior de la segunda pelota, y de la tercera y así sucesivamente, a través de todas las diez esferas concéntricas. Cualquier objeto en cualquier esfera puede emerger en su punto correspondiente en cualquier otro; y, puesto que no hay ´espacio vacío` para ser cruzado, la continuidad masiva de los éteres llena todo, con lo cual, el ´cruce` no requerirá tiempo.”
Lo que ocurre es, una vez más, una conversión de energía, o un cambio sobre las velocidades vibratorias, que se apreciará como un cambio de forma. El ejemplo, por supuesto, no puede llevarse demasiado lejos: es difícil de hacer sin cierto grado imaginación, pero ayuda a menudo a simplificar la explicación. Esta misma imagen de esferas concéntricas es útil para comprender las “caídas de Forteanas,” (1) de todo tipo de cosas “desde los cielos,” un fenómeno bien atestiguado. Se ajusta también con el notable gráfico o dibujo de la tierra y las zonas etéreas próximas. (2)
Sumar las apariciones religiosas, sobre todo las mariofanías, a esta molesta asociación de entidades etéricas podría costarnos la visita de un diligente inquisidor católico, siglos atrás, presto a iniciar su correctiva labor sobre la falange distal de nuestros índices acusatorios. Pero la asociación no sólo es una comorbilidad hipotética dado que se encuentra documentada en más de un estudio parapsicológico y demonológico: las entidades parasitarias de consciencia superior, en especial aquellas más arteras y siniestras, suelen investirse con las prendas impolutas y celestiales de la iconografía religiosa, reclamando incesantemente sometimiento y sacrificios, en un tono como bien indica Salvador Freixedo, amenazante e intimidatorio:
“Hay que hacer muchos sacrificios, mucha penitencia. Tenemos que visitar al Santísimo con frecuencia. Pero antes tenemos que ser muy buenos. Si no lo hacemos nos vendrá un castigo. Ya se está llenando la copa, y si no cambiamos, nos vendrá un castigo muy grande.” (Apariciones en Garabandal, primer mensaje: 18 de Octubre de 1961)
“Rezad mucho y haced mucha penitencia para que todos os salvéis. Cuanto más sufráis y más sacrificios hagáis, más os amo porque así me ayudáis a sufrir y a pedir por tantos pecadores que tanto lo necesitan.” (Virgen Dolorosa el Escorial)
“Los niños serán alzados en espasmos de dolor y morirán en los brazos de quienes los carguen... Si mis fieles no se someten, me veré forzada a que el ejército de mi Hijo caiga sobre ustedes. Si los pecadores se arrepienten, las piedras y rocas se tornarán en semillas de trigo, y los tubérculos se cultivarán por sí solos.” (Virgen de La Salette presenciada en 1846 por dos adolescentes Melanie Calvat y Maximino Giraud, previo a la muerte de 75000 personas, la mayoría niños, por hambruna y malas cosechas)
Hemos ya presentado la curiosa sospecha que la humanidad no sea el tope de la cadena alimenticia, y que el siguiente estrato se nutra de la desviación de la energía vital proveniente de la experiencia física a través de distintas manipulaciones: devoción, ansiedad, sufrimiento y destrucción. Es decir, de acuerdo a la orientación espiritual de estas entidades, su alimento —producido por la vida orgánica en distintos grados o sabores emocionales— estaría en función a su clase de desbalance: las más “encumbradas,” aquellas que se perciben a sí mismas por encima de la humanidad, que Kyle Griffith describió como “Teócratas,” tendrían una afinidad a la distorsión devocional y a la ansiedad provista por feligreses que se someten a una deidad; del mismo modo, las entidades parasitarias considerarían el plato suculento del llano sufrimiento y mera destrucción. Por supuesto, ninguno de estos seres despreciará una apasionada e instintiva indulgencia. Sin embargo, existen entidades orientadas al Balance, cuyo trabajo interno las ha liberado de la tiranía de las necesidades, del hambre y la dualidad.

En el relato que hace la psicóloga Nancy Osborne en The Demon Syndrome, un olvidado libro que investiga una extensa posesión demoníaca, Lucikar la Luminosa —como se autodenominaba la entidad que posee a la protagonista Ann Haywood,— expone una ristra de fenómenos anómalos que en la moderna ufología se han integrado bajo la teoría del Sistema de Control Hiperdimensional, esto es, cambios sutiles pero deliberados del entorno (artefactos eléctricos, manipulación de la conducta humana, cambios intempestivos en el clima, etc.) que, en particular, resaltan todos ellos cuando un ministro se acerca para intentar un exorcismo. Durante una entrevista con un periodista, la protagonista intentó explicar cómo la entidad le había transportado en el tiempo hacia lugares remotos:
“Ella me rodea con su túnica y luego mi mente se separa de mi cuerpo. Puedo mirar hacia atrás y verlo allí tendido. Después nos elevamos, atravesamos el techo, y volamos hacia el espacio. Una noche, la Dama me hizo retroceder en el tiempo. Estábamos en un país extranjero y las personas vestían a la antigua. La Dama adoptó la apariencia de una hermosa mujer con una toga azul, y efectuó milagros para los demás...”

“De repente, Ann empalideció palideció y pidió que la disculpásemos un momento. Su grito de dolor se oyó desde el baño donde se había refugiado. Regresó sollozando y tocándose el abdomen. Lucikar la había atacado salvajemente por haber revelado que a lo largo de la historia, criaturas como la Dama han adoptado la forma de santos. Luego se sirven de la credulidad de la humanidad para engañar y desinformar a la gente de modo tal que crean que están viendo milagros. Ann le suplicó al reportero que borrara esa parte de la entrevista.”
Pero este hecho de poseer a un humano contactado como mascota, canal o “instrumento,” no es la excepción, sino la norma. El ojo entrenado no dudará entonces en que el “amo,” al menospreciar el libre albedrío de su adoctrinado, está claramente demostrando su orientación espiritual egocéntrica. En el último libro de Joseph Fisher, El canto de sirena de los fantasmas hambrientos, vemos un refuerzo adicional:
Una mujer de Glastonbury, Inglaterra me contó que era visitada por una “guía,” una entidad invisible, que según creía ella, la amaba profundamente. Me contaba en su carta que: “Una noche, me desperté de un sueño, aterrorizada pero fascinada al ver una ‘energía’ que reptaba por mi espalda al mismo tiempo que escuchaba un ruido parecido al de un motor de jet, amortiguando cualquier otro sonido. Mi ‘cuerpo’ fue izado de la cama, estando ya totalmente consciente, y desde el techo de mi habitación, retorné lentamente a mi cama.” Esta “energía” le permitió conocer a una dama la que dijo haberla estado observando durante largo tiempo. La experiencia fue “tan real que bien podría haber sido física. Esta dama era real; y estaba viva: pero en otro mundo.”

La relación con esta entidad se hizo en varias etapas, dado que en ocasiones “desaparecía.” La entidad, eventualmente se convirtió “como en una especie de madre protectora,” fue entonces cuando le ofreció “entrenarla.” Esta enseñanza, se le dijo, podría entonces ayudar a su desarrollo espiritual. Y así empezaron los problemas. En su carta explicaba:
“Había algo en aquella entidad que era horrible, oscuro y espantoso. A veces me desconcertaba y dejaba perpleja; hallaba tanto amor y apoyo de su parte. Pero entonces caía extrañamente enferma. Sin razón aparente, olas de náusea severa me atacaron sin respiro. Y un dolor que me taladraba la cabeza.”
‘No estás enferma, mi querida,’ me reconfortaba con palabras untadas en miel. ‘Es sólo el entrenamiento.’ Me mostraba que era ella quien estaba haciéndolo. Ella podía ‘conectar’ la percepción de mi sensación de dolor, y luego ‘apagarlo,’ así una y otra vez. No me gustaba para nada.
La desesperación terminó siendo el pago por la obediencia a la espectral madre. Continúa en su carta:
“Muy en lo profundo, me daba cuenta que no era yo; no era mi ser natural. Era terrible el sufrimiento. Me esforzaba intentando no perder mi vida… recordaba sus palabras sobre el entrenamiento… me hundí más profundo que nunca antes. Incluso escuché que alguien le preguntaba a la aparición si yo no había considerado suicidarme: ¡tan sumisa que soporta el dolor por amor a su protectora! Escuchaba frases en Latín y Español…”
Concluye entonces que se defendió con toda su voluntad.
“Perder la dignidad, humillarme, nada importaba. Ninguna otra cosa importaba que mi supervivencia y romper, por fin, todo lazo con este espectro que decía protegerme. Y tomará muchísimo tiempo el lograr sanar por fin.”
Existe un último aspecto notable que no deseamos pasar por alto: las mariofanías poseen también una componente saturada de imageniería sexual. Obviamente, la asociación que hacemos no nos exceptuará de consternados feligreses que, cegados por su fanatismo y programación religiosa, querrán proceder con vehementes correctivos semejantes a los del excitado inquisidor. Pero la conexión se hace más evidente si asociamos los cultos primigenios de fertilidad, en particular, la Vecchia Religione (hoy también conocida como Stregoneria) cimentada en los ritos etruscos y cabíricos.

Al incursionar en esta peculiar hebra de conocimiento hasta sus últimas consecuencias, podemos concluir con dos enriquecidos puntos de vista: en primer lugar, debemos considerar el aspecto de alta extrañeza que subyace en este oculto tráfico energético y que la doctora Eve Lorgen y el ufólogo James Bartley han analizado como la interferencia alienígena en las relaciones afectivas; en segundo lugar, y conectando la idea de sumisión, el celibato católico puede analizarse como una degeneración que se arrastra de los ritos etruscos, cuando un contactado masculino era segregado para servir a una diosa. Esta servidumbre no sólo era devocional sino que acarreaba un fuerte trasfondo sexual (explícito o implícito por la insatisfacción del deseo del “elegido”) y, llamativamente aun hoy es análogo a las ceremonias y votos de la iniciación del lado siniestro rosacruz.(3) Esto encastra al pie de la letra con el libro de Donald Tyson, Sexual Alchemy, donde se detalla la práctica auto-erótica para comulgar con seres sutiles:
La alquimia sexual es un sistema de magia ritual que permite a sus practicantes iniciar y sostener relaciones eróticas satisfactorias con entidades amorosas que son los agentes activos de la Diosa. El amor con estos espíritus libera grandes cantidades de energía oculta en el cuerpo que se concentran en los tres fluidos más estrechamente asociados con los placeres del sexo y la generación de una nueva vida: los claros líquidos lubricantes liberados en ambos genitales —masculinos y femeninos— durante la excitación, la sangre roja menstrual de las mujeres y la cera blanca de los hombres. Mediante la recolección de estas secreciones transmutadas, preparándolas adecuadamente e ingiriéndolas regularmente en cantidades mínimas, se pueden producir cambios catalíticos en la mente y en el cuerpo que intensifican y prolongan el placer sensual, mejoran las habilidades físicas y psíquicas y elevan el nivel de conciencia.

En el corazón de la alquimia sexual se encuentra el más potente y celosamente guardado de todos los misterios ocultos: el método para usar las fuerzas liberadas por la unión amorosa con los seres espirituales para el auto-empoderamiento y la transformación personal. Hay dos amplias ramificaciones para esta magia. La primera es el logro y disfrute de relaciones eróticas con entidades sutiles superiores que encarnan la energía creativa (shakti) de la Diosa. Esto se buscaba a menudo de manera egocéntrica, para gozar de la dicha sensual de tales uniones, y para ganar el amor y la guía de estos seres etéricos. La segunda es la transmutación alquímica de los fluidos sexuales del cuerpo, que ocurre durante la excitación producida por la unión con estos espíritus. No es necesario trabajar con fluidos sexuales para disfrutar de una relación amorosa con una entidad descarnada.

Aquellos que deseen practicar sólo la primera parte del sistema, y ​​disfrutar del amor sensual con los seres etéricos por sus propias recompensas, encontrarán en el una experiencia de vida satisfactoria. Después de que la unión amorosa se establezca y sostenga con un agente espiritual de la Diosa, siempre es posible seguir adelante y emplear los fluidos transformados del cuerpo como un catalizador oculto, para realizar los beneficios tangibles del sistema.
Entonces esta forma de contactismo, que aleja al sacerdote o contactado de una vida sexual satisfactoria y que decanta en el onanismo es, en definitiva, un método de reclutamiento para el bando siniestro del plano etérico, donde el negociado consiste en una comunión devocional, pero que veladamente degenera en una potencial conducta parafílica ante la imposibilidad de expresar las emociones en el plano sexual.

Para aquellos sinceros Buscadores de la Verdad, comprenderán que el camino que nos exime de la oscuridad transita por otros senderos, tal vez, más ocultos pero sobre la diáfana Vía del Balance. Intentando concluir entonces con algo de luz sobre este delicado tema, volvemos a proponer del trabajo de Layne, esta cita final :
Es sólo porque la física y química del cuerpo orgánico parece ir a través de estados tan angustiosos que a menudo se dice: “No tengo ningún deseo de volver al plano físico. Ahora bien, si las condiciones en la mecánica de las sustancias químicas del cuerpo no estuvieran sujetas a estas condiciones tan angustiantes, se podría disfrutar de la vida física tanto como en los otros planos. Es sólo el deseo de escapar del dolor, la necesidad y la escasez lo que debiera guiar el timón en la vida de los encarnados.” Sin duda, pero probablemente nuestras condiciones en el reino material nunca serán tan buenas como las del plano etérico. No obstante, después de haber aprendido a tener control completo y gobernar el cuerpo bajo la égida de la consciencia, la entidad encarnada podrá disfrutar de una condición sublime, manteniendo una sensación de bienestar, paz y alegría en cualquier plano de existencia. Dado que todos los planos de existencia tienen sus inconvenientes y dificultades, es muy beneficioso familiarizarse y aprender cómo superar las necesidades y limitaciones de nuestro cuerpo físico.

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