El proceso trogoautoegocrático del Askokin

Tras mucho deambular, el trasfondo de la ufología, concluye en una simple inferencia: la cadena trófica requiere de eslabones adicionales. Esta aseveración —desde lo humano funesta y molesta— en realidad no nos pertenece. Podemos dar rienda suelta a nuestra dispuesta memoria y comenzar a listar ilustres autores y magníficas obras que avalan tal afirmación. Pero resultará en un ejercicio vano y estridente pues aquellos que nos lean con cierta displicencia, lo encontrarán tedioso y tendencioso: es inútil sugerir la existencia de una realidad sutil y hostil sin pruebas materiales. No obstante, ¿y si las tuviésemos?

El doctor Jacques Vallée se encontró con ellas y las presentó en su obra Confrontations: A Scientist's Search for Alien Contact, cuando exploró una zona remota de Brasil para estudiar casos mortales de avistamientos: al menos cinco personas habían muerto cerca de Parnarama después de un encuentro cercano con lo que se describió como un OVNI con forma de caja, equipado con potentes haces de luz. En la noche, mientras los humanos intentaban cazar animales, estos curiosos artefactos voladores, bautizados como “chupas,” realizaban una tarea semejante para otro nivel del zigurat alimenticio; del capítulo The Price of Contact (El Precio del Contacto):
La gente del lugar son principalmente cazadores con excelentes dotes de observación. El crimen es prácticamente desconocido. No hay medios modernos de comunicación, y sólo los camiones madereros pueden transitar aquellos caminos de tierra. Allí, la principal religión es católica. La técnica de caza utilizada es única: los cazadores trepan de tres a cinco metros en los árboles, luego pasan la noche en una hamaca a la espera de un venado u otra presa. Llevan una linterna para apuntar a los animales. Una teoría entre la población local es que los chupas son atraídos por los haces lumínicos. Estos artefactos llegan a las hamacas y derriban a los cazadores con un haz concentrado. [...] En una entrevista, un testigo dijo que recordaba un “desagradable aroma” como un olor eléctrico (¿ozono quizá?), y entonces vio una luz cegadora, con colores pulsátiles en el interior, una descripción consistente con muchos otros avistamientos que he obtenido en Francia y Estados Unidos. Luego sintió un furioso calor. Varias personas informaron haber estado expuestas a los chupas a fines de 1982 cuando yacían en las hamacas de sus árboles. [...]

Las víctimas mortales fueron: Abel Boro, quien murió el 17 de octubre de 1981, mientras cazaba con Ribamar Ferreira; Raimundo Souza, quien murió el 19 de octubre de 1981, mientras cazaba con Anastacio Barbosa; José Vitorio y Dionizio General, que murieron en una fecha indeterminada, tres días después del encuentro con el OVNI; y un hombre llamado Ramón, que vivía en Parnarama. [Thomas] Muldoon y [Gary] Richman citan al alcalde de Parnarama confirmando los casos, junto al jefe de la policía, Geraldo dos Santos Magela, quien afirmaba haber examinado dos de los cuerpos, notando que la sangre había sido “absorbida por ellos.” Ribamar Ferreira describió cómo una luz venía tras él y su amigo Abel Boro: era tan brillante que convirtió la noche en día, dijo. Abel gritó cuando el objeto, que en este caso se parecía a un neumático gigante de camión, girando con luces encendidas, rodeó su cuerpo con un brillo resplandeciente. Ferreira corrió a la casa de Abel y regresó con su familia: encontraron a Abel Boro muerto, su cuerpo blanco “como si estuviese desprovisto de sangre.”
Más adelante en el libro, el doctor Vallée detalla su investigación presencial en la que recoge testimonios de compañeros y familiares de las víctimas fatales y otros numerosos casos que habían tenido consecuencias detrimentales en varias aldeas cercanas, desde erupciones a quemaduras cutáneas, enfermedades oculares, severos cuadros de disautonomía, ansiedad y fatiga crónica y, en algunos casos, notorias secuelas psicológicas: diestros cazadores que optaron por alejarse de su único medio de supervivencia tras una experiencia claramente traumática. Si bien fuerzas militares se habían dispuesto en el lugar, las mismas tenían orden estricta de sólo monitorear y documentar el fenómeno. Por último, el astrofísico francés se topa con que toda la documentación generada, incluyendo fotografías y filmaciones, habían sido adquiridas por una firma anónima norteamericana; en el capítulo XV: Ground Truth, el apesadumbrado autor hace algunas conclusiones sombrías:
No había nada elusivo en estos objetos. No se trataba de los efímeros fenómenos aéreos comúnmente descritos en la bibliografía norteamericana; ni tampoco eran experiencias oniriformes de contactados [...] Sencillamente lo que se vio en Colares fue un despliegue monumental de tecnología avanzada, y lo único que pudieron hacer los humanos fue filmarlo y observarlo con sobrecogimiento. [...]

La evidencia que ahora había sido obtenida de grandes poderes era tan evidente y con consecuencias tan desvastadoras para el futuro de los sistemas militares que la decisión final fue mantener todo bajo siete llaves, y confiar el estudio a grupos altamente especializados con un acceso rígidamente compartimentado. En mi opinión, el trabajo de estos grupos está destinado al fracaso, como lo ha estado desde 1953, a pesar de todos los recursos invertidos y a pesar de la absurda operación de desinformación que rodeó el asunto para alejar la verdad del público. [...] Verdad fundamental: lo que pasó en aquella aldea de Brasil puede volver a ocurrir en cualquier lugar, mañana. Detesto pensar que nos encontrará desprevenidos. Otra vez.
En la ríspida nomenclatura del prestigioso calvo enmostachado, encontramos la descripción del proceso trogo-auto-ego-crático como “la nutrición recíproca de todo lo existente.” Este proceso explica que la visión de la humanidad como cima de la pirámide alimenticia es espuria o, mínimamente, miope. Resulta molesto desprenderse de una mentira de tal magnitud y que acarrea desasosegadas consecuencias emocionales. Reconocerse como parte de un menú hiperdimensional no sólo es incómodo sino inoportuno: en la historia personal, muchas decisiones hubiesen sido diferentes partiendo del conocimiento de esta condición humana. Gurdjieff, en el capítulo XLIII: Opinión sobre la guerra de su obra Relatos de Belcebú a su Nieto, sostiene que la finalidad de la humanidad consiste “fundamentalmente en elaborar —por medio del proceso de su existencia— las vibraciones requeridas por la Naturaleza.” Más adelante habla ya no de producir vibraciones, sino una sustancia cósmica sagrada: Askokin. Parafraseando a Joseph Azize, tal vez no haya una diferencia relevante: acaso el Askokin sea tanto una vibración como una sustancia... quizá, la misma distinción que hacemos entre la líbido y la sangre.

Ahora bien, la amplia bibliografía del Cuarto Camino —a diferencia del sufismo, con su pleno conocimiento de los arteros Djinns,—(1) nunca menciona intrigantes artificios alienígenas que revolotean por encima de alarmados cazadores nocturnos: extractores de energía vital y productores de nefastos ultrajes y funestos decesos, ni tampoco habla de la aparición de extrañas entidades que abducen mujeres para efectuarles truculentos exámenes ginecológicos; estos relatos, marginales y fantasiosos a los ojos materialistas, con que algunos inadaptados sociales pierden su tiempo, mezclan la ufología con la demonología en un cóctel de donde surgen conclusiones que sólo podrían oirse a la sombra de un hediondo pabellón psiquiátrico; aunque no por ello menos ciertas. En sus obras, Gurdjieff habla de la interacción del Hombre (microcosmos) con la Naturaleza (macrocosmos), partiendo de la base que la humanidad es “alimento para la Luna:”
Y así, mi querido Hassein, cuando pareció que la necesidad instintiva de trabajos conscientes y sufrimientos voluntarios, con el fin de poder asimilar y transmutar en ellos mismos las sustancias sagradas Abrustdonis y Helkdonis y, por ende, liberar el sagrado Askokin para el mantenimiento de la Luna y de Anulios, había desaparecido finalmente del psiquismo de tus favoritos, entonces la Gran Naturaleza Misma se vio obligada a adaptarse para extraer esa sustancia sagrada por otros medios, uno de los cuales es, precisamente, el terrible proceso periódico de destrucción recíproca.
El sacrificio de Isaac
Juan de Valdés Leal
(siglo XVII)
Si en efecto nuestro planeta Tierra fue reconfigurado por entidades de consciencia superior para que toda destrucción de sus seres vivientes resultase en un sacrificio hierático,(2) podemos hallar una asociación interesante tras la aparición de estos punitivos objetos luminosos y los conceptos centrales del Cuarto Camino. De hecho, identificar al Askokin junto al Paradigma del Loosh de Robert Monroe y relacionarlo con la energía vital u Orgón de Wilhelm Reich puede simplificarnos mucho las cosas. Es más, brinda una lúgubre explicación al proceder pendenciero descrito por Vallée: estos OVNIs operan de manera ostensible sobre poblaciones rurales de pocos habitantes —aldeas remotas alejadas de las comodidades y del caos intrínseco de la vida mundana— cuyos habitantes son cazadores por necesidad y que, evidentemente, no crían ganado y, si lo hicieran, su número sería tan limitado que no podrían darse el lujo de sacrificarlos a estas extrañas entidades, incompatibles con el sistema de creencias de su gregaria religión católica. Pero este detalle sobre los sacrificios de sangre no pasó desapercibido bajo el inquisidor mostacho del Pintor de Gorriones,(3) pues entendió que operaban como un trueque energético, algo que los rituales y ceremonias de las religiones abrahámicas, con sus “sacrificios de chivos expiatorios” y la famosa “sangre del cordero que quita el pecado del mundo,” nos recuerdan siempre: (4)
«Escuchad ahora lo que debemos hacer para lograr dicha finalidad. Los resultados de todas mis investigaciones prueban claramente que la Naturaleza exige que, durante ciertos períodos, se produzca en la Tierra cierto número de muertes; y, al mismo tiempo, he logrado establecer que para las necesidades de la Naturaleza, es indiferente de qué muertes se trate, sean las de las propias personas o las de las vidas de otras formas de seres.»
Más tarde nos aclararía Mouravieff que esta falsa «Naturaleza» es en realidad la «Ley General» impuesta por las Autoridades del Mundo. Desdeñando entonces la óptica estrictamente antropocéntrica, pretendemos abordar todo este sinsentido haciendo uso de la frase del matemático John Bennett: “una energía baja no puede dirigir el funcionamiento de una energía más alta.” Note el aspirante que la contracara de esta afirmación puede resultar provechosa.

De acuerdo a Gurdjieff, en una instancia previa a esta humanidad, ya existía una arcana disciplina la cual eximía de estas obligaciones contractuales con las Autoridades del Mundo. Aunque no se lo afirma explícitamente en su obra, las extrañas sustancias o vibraciones: Askokin, Abrustdonis y Helkdonis son derivados del elemento activo Exioëhary; recordemos que este último puede usarse tanto para la continuación de la especie como para el autoperfeccionamiento. ¿Diremos más? El objetivo final del ejercicio del harnelmiatznel consciente resulta en el acopio de hidrógenos sutiles que resultarán en la famosa “semilla de mostaza” de la parábola cristiana —el germen de nuestra Piedra;— leemos en Mateo 13:31-32:
En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la gente: “El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.”
Abrustdonis y Helkdonis, son transubstanciados por medio del trabajo consciente y mediante sufrimientos intencionales, siendo el material del cual se forman y perfeccionan los cuerpos sutiles, estos son, “el cuerpo Kesdjan” o “vasija del Alma” —la consolidación del Sub-Mayordomo del Cuarto Camino: el centro operador de la Gran Obra— y “el cuerpo del Alma,” es decir, el Maestro investido con el “Don de Dios.” Durante este proceso de transubstanciación, el Askokin es liberado. Animamos a nuestros bienamados hermanos en la Búsqueda de la Verdad a que conecten la transubstanciación de los derivados del Exioëhary con los Tres Tesoros del Tao (en chino tradicional: 三宝, San Bao) y la liberación del Askokin, la noche oscura del alma o putrefacción alquímica, con la desintegración positiva resultante del proceso catártico del Nigredo.

En términos alquímicos, formar estos dos cuerpos requiere de acumular y transmutar la sustancia primera. Gurdjieff daba como ejemplo los cálculos que se forman en los riñones o la sal que se cristaliza con la saturación o por la evaporación. En ese sentido, “las sustancias psíquicas” pueden, si saturan el cuerpo, cristalizar. Además, una sustancia como la sal, cuando se cristaliza, posee cualidades de las que carece la sal disuelta en agua. Un líquido salado vertido en un río se esparcirá rápidamente con el fluir de sus aguas, y aunque uno podría detectar algo de sal quince metros río abajo, no quedará rastro alguno kilómetros más adelante. Sin embargo, si la sal se pudiese cristalizar y colocar aislada de la corriente, entonces “una nueva octava se desarrolla dentro del organismo y no afuera: es el nacimiento del cuerpo astral.

El río es la vida mundana: el trajín cotidiano que se lleva las energías elaboradas y acopiadas interiormente; es la energía vital que se disipa incesantemente como Askokin y nutre a las Autoridades del Mundo. Si de alguna manera pudiéramos mantener separadas de la vida las sustancias superiores formadas por los trabajos conscientes, éstas se cristalizarían rápidamente y, al igual que los cristales de sal, conservarían su integridad. Una vez formada, esta “nueva octava desarrollada” tiene su propio destino y es autónomo del proceso trogoautoegocrático, independizándose de la Ley General o Sistema de Control Hiperdimensional. Gurdjieff daba el ejemplo final del pan: una vez que ha sido horneado adecuadamente, éste ya no puede reducirse a harina: “una vez hecho, el pan tiene un destino propio.

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