La kabbalah hermética y la tradición templaria

Nuestro respetado Fulcanelli, aquel autor plural de las crípticas e iluminadas obras Las Moradas Filosofales y El Misterio de las Catedrales fue —al menos, en el caso del ingenio rector que dio forma final a sendos escritos— un caballero de la Orden Templaria de Bretaña. Los numerosos trabajos del filólogo románico Juan García Atienza, brillante exponente de La Gran Manipulación Cósmica, pueden orientar al neófito en los secretos y virtudes de esta fraternidad occidental de artesanos, monjes y guerreros, y distinguirla de cualquier otra orden menor que, usurpando sus tesoros druídicos y gnósticos, lucró con el conocimiento de la Ciencia Sagrada dentro de las punitivas sectas de tinte religioso y político que más tarde se etiquetaron como Jesuitas, Iluminados, Rosacruces y Masones.

El maestro alquimista nos regala en sus escritos eruditos una acentuada diferencia entre la cábala fonética —aquellos juegos semánticos compuestos de asíndetones eufónicos que brindan capas de significado adicionales a una frase,— y la kabbalah hermética, siempre salpicada de elementos hebreos, como un falso montaje de una exégesis veterotestamentaria. Nuestra investigación, siguiendo el ímpetu indómito del alquimista francés, nos alienta en descreer que la kabbalah sea un arte-facto intrínsecamente mosaico; de hecho, si observamos el Árbol de la Vida con detenimiento y desprovistos de suposiciones y conjeturas, veremos desplegarse ante nuestros asombrados ojos un mapa esotérico, de místicos orígenes orientales —quizá germinado del propio semillero de sabiduría hinduísta y taoísta,— que demarca los regímenes de la Gran Obra, pues y en términos del psicólogo suizo Carl Gustav Jung: “ningún árbol crece hasta el cielo sin que sus raíces alcancen el infierno.

Otoño del pintor Thomas Moran:
obsérvese el árbol seco, l'Arbre-Sac,
en cábala fonética l'Œuvre Sacré
—es decir: La Obra Sacra,— y
recuérdese la premisa Sic in sterili.
Pero este Árbol de la Vida yace seco en el hombre mundano, pues sus raices no pueden extraer el agua de vida que triste e irremediablemente se pierden bajo el yugo del himen. Pero entonces Fulcanelli, con la diplomacia y sutileza de su letra, nos sugiere cómo volver a recuperar la primavera y la abundancia (cap. Mito Alquímico de Adán y Eva, Las Moradas Filosofales): (1)
Bajo la tradición bíblica de la caída del primer hombre, los filósofos, con su acostumbrada habilidad, han ocultado una verdad secreta de orden alquímico. Eso, sin duda, es lo que nos sirve y lo que nos permite explicar las representaciones de Adán y Eva que se descubren en algunos viejos edificios del Renacimiento. Uno de ellos, claramente característico de esta intención, servirá de arquetipo a nuestro estudio. Esta morada filosofal, situada en Le Mans, nos muestra, en el primer piso, un bajorrelieve que representa a Adán con el brazo levantado para tomar el fruto del Arbor Scientiae, mientras que Eva atrae la rama hacia él con la ayuda de una cuerda. Ambos llevan filacterias, atributos encargados de expresar que estos personajes tienen un significado oculto, distinto del Génesis.

Este motivo, maltratado por las intemperies —que apenas han respetado más que las grandes masas,— está circunscrito por una corona de follaje, flores y frutos, jeroglíficos de la naturaleza fecunda, de la abundancia y de la producción. A la derecha y arriba, se distingue, entre motivos vegetales carcomidos, la imagen del Sol, mientras que, a la izquierda, aparece la de la Luna. Ambos astros herméticos contribuyen a acentuar y precisar aún más la cualidad científica y la expresión profana del tema extraído de las Sagradas Escrituras.
El ojo entrenado no dejará de percatarse que el alquimista francés, al nombrar la corona de follaje, flores y frutos, está describiendo con toda la vehemencia y osadía de su maestría, aunque bajo el juramento voluntariamente aceptado tras el signum harpocraticum de su fraternidad, a la rota microcósmica, compuesta de su etapa Solve: Solar o de fuego positivo que se desplaza a la derecha y arriba, mientras que, a la izquierda, aparece la de la Luna, es decir, la etapa descendente Coagula: de fuego negativo.

Hemos cumplido nuestra labor de servicio al prójimo exponiendo en detalle este secreto de las órdenes monásticas, que más tarde la masonería hizo patente en la arquitectura de sus edificios en cuya fachada, de remates triangulares y sostenidas por las dos salomónicas columnas gemelas: Jachin y Boaz, abría metafóricamente sus puertas al templo interior donde aguardaba el Tercer Pilar, que semejante al Irminsul sajón, formaba el canal esotérico que comunicaba las regiones inferiores con la atalaya superior celeste. Al respecto, traducimos del libro de Gopi Krishna, The Secret of Yoga, un valioso aporte (cap. VIII, La fisiología del Yoga):
Llegando ahora a nuestro punto: la médula espinal, que juega el papel más importante en el logro de los estados superiores de conciencia, es un cilindro blanco largo, oval en su sección transversal, con materia gris en su parte interior y blanca en la región externa. En cambio, el cerebelo y los hemisferios cerebrales tienen un volumen interno de materia blanca y una fina capa exterior de materia gris en sus superficies. La médula está encerrada por las vértebras, que forman una cubierta ósea robusta a su alrededor. La columna vertebral en el hombre consta de treinta y tres vértebras, que encajan unas con otras, brindando flexibilidad a la espalda. La atención que se presta a sentarse erguido durante el curso de la meditación de yoga está diseñada para evitar la curvatura de la médula y el conducto central, en el que se producen nuevos procesos y se generan nuevas fuerzas como resultado de la presión ejercida sobre el cerebro y los nervios por la fijación consciente y el pranayama. [...]

Treinta y un pares de nervios surgen de la médula espinal, cada par surge en un segmento espinal. Estos segmentos no se distinguen internamente. Cada nervio espinal surge de la médula en dos haces: las raíces dorsal y ventral. Al parecer, las raíces dorsales contienen fibras nerviosas aferentes, o sensoriales, y las raíces ventrales eferentes o motoras. Hacia ambos lados de la médula espinal se encuentra una cadena de ganglios, llamado sistema simpático. Estos ganglios están conectados con otra cadena de ganglios frente a la columna vertebral, lo que da lugar a los plexos simpáticos, conocidos como ganglios prevertebrales. El tercer conjunto de ganglios simpáticos situados en los órganos se llama ganglios terminales. Estos tres conjuntos de ganglios están interconectados entre sí y también con los nervios espinales. Junto a los plexos simpáticos hay otro sistema de nervios conocido como el sistema parasimpático. Tanto los nervios simpáticos como los parasimpáticos constituyen el sistema nervioso autónomo. El más importante de los nervios parasimpáticos es el nervio vago, que surge del cerebro y pasa a la izquierda y derecha de la columna vertebral. La mayoría de los órganos viscerales reciben una doble inervación: tanto el sistema simpático como el parasimpático envían sus conexiones nerviosas. En general, las fibras nerviosas de cada uno de estos dos sistemas tienen acciones antagonistas sobre los diversos órganos.

Los impulsos simpáticos aceleran y los provenientes del parasimpático ralentizan el accionar del corazón. En cambio, la motilidad y secreción del tracto digestivo son aumentadas por los impulsos parasimpáticos y reducidos por los simpáticos. Lo mismo ocurre con otros órganos. Esta acción aumentativa/inhibitoria o excitatoria/depresiva del sistema nervioso autónomo ha sido indicada por los antiguos exponentes del Hatha-Yoga usando los términos caliente y frío. Así se dice que Pingala o el canal Solar, es caliente: se localiza del lado derecho de la médula espinal y surge desde el chakra muladhara y luego se entrecruza varias veces con Ida, el canal Lunar, que es frío y se encuentra en el lado izquierdo del conducto espinal, teniendo su origen en el mismo chackra inferior. Los dos nadis o canales son designados como el Sol y la Luna para significar sus efectos caliente y frío.
El Báculo de Hermes:
nótese la varilla de acero
y las tres puntas de hierro,
o nudos psíquicos (granthis)
de los que habla Fulcanelli
en el capítulo dedicado a
La Salamandra de Lisieux.
La explicación que brinda el pandit Gopi Krishna puede sintetizarse en la gráfica del Cayado de Mercurio o Báculo de Hermes, emblema representativo de la medicina y efigie palpable de la realización de nuestra Piedra obtenido su Primer Orden, dado que luego de la Iluminación —momento en que la oscuridad del Nigredo cede la negrura de sus cuervos a las palomas blancas del Albedo, rememorando la visión trascendente que reconforta las heridas y temores con la saciedad del verde olivo,— el cuerpo orgánico ingresa en una prolongada etapa de sanación; (2) en su más reconocida obra, Kundalini: el Yoga de la Energía, el esclarecido yogui comenta: (3)
La presencia constante del resplandor luminoso en mi cabeza y su estrecha relación con los procesos de mis pensamientos no era un tema que causase tanto desconcierto como su intromisión incesante en el funcionamiento normal de mis órganos vitales. Podía sentir y percibir distintamente su paso a través de la espina dorsal y otros nervios hasta el corazón o el hígado o el estómago u otros órganos del cuerpo, cuya actividad parecía regular de una manera misteriosa. Cuando penetraba en mi corazón, mi pulso latía con más y más fuerza, demostrando sin duda que algún tipo de radiación tónica se estaba derramando en él a través de los nervios conectores. De esto deduje que su penetración en los demás órganos tenía el mismo efecto vivificador y estimulante y que el objetivo de correr a través de los nervios para llegar hasta ellos era verter su sustancia tónica en los tejidos y células a través de los estrechos filamentos de los nervios, estimulando o modificando su acción.
Ahora bien, si se observa el esquema del Árbol de la Vida kabbalístico, vemos que en realidad la disposición de las séfiras ofrecen una vista panorámica de los centros psíquicos por donde transita el prana durante el procedimiento de sublimación del Fuego Secreto de la Gran Obra; nuestra investigación nos conduce precisamente en asociar el Árbol de la Kabbalah con la ruta de los nadis o canales etéricos en donde se produce el proceso de harnelmiatznel consciente a través de las abluciones y lixiviaciones —que son les laveures del alquimista Nicolas Flamel— durante el ejercicio diario de la rota microcósmica. Si se considera las dos ramas laterales del árbol sefirótico, se puede observar que los vértices izquierdos corresponden al canal parasimpático o lunar (la columna Boaz o descendente), mientras que los vértices derechos afectan al sistema nervioso simpático o solar (la columna Jachin o ascendente). El tercer pilar no es otro que Sushumna, es decir, la médula espinal que, una vez saturada de orgón, conecta al centro psíquico sexual (región terrestre o dan tien inferior) con el centro psíquico cerebral (región celestial o dan tien superior). El ojo entrenado comprenderá que la séfira central Da'at, inexistente o en estado embrionario en el ser humano mundano, comienza a desarrollarse luego de la Teofanía Mineral, y cumplida la totalidad de las labores para la obtención de nuestra Piedra de Tercer Orden, será este el núcleo que la teñirá del color Púrpura —lo puro de lo puro— como lo indica Fulcanelli:
Pero lo que sobre todo debemos tener en cuenta, otorgándole la prioridad en la ciencia que nos interesa, es la elevada virtud purificadora que posee el fuego. Principio puro por excelencia y manifestación fisica de la pureza misma, señala así su origen espiritual y descubre su filiación divina. Comprobación ésta bastante singular, la palabra griega pur, que sirve para designar el fuego, presenta exactamente la pronunciación del calificativo francés pur (puro). Asimismo, los filósofos herméticos, uniendo el nominativo al genitivo, crearon el término πυρ-πυρoς, el fuego del fuego, o, fonéticamente, lo puro de lo puro, y consideraron el púrpura y el pourpre francés (púrpura) como el sello de la perfección absoluta en el propio color de la piedra filosofal.
A continuación, proveemos la ilustración del Árbol Sefirótico junto al esquema taoísta de la Pequeña Revolución Celeste para que se aprecie su semejanza; mientras, en el cuadro inferior, resumimos los diferentes vértices por el que transita el orgón durante su proceso de sublimación y depuración en la rota estrecha: (4)

El Árbol Sefirótico,
sobre impuesto a las columnas
del templo salomónico: Jachin y Boaz;
nótese que el centro Púrpura del Corazón
Crístico (M) se desarrolla en el Tercer Pilar
Ilustración de los canales de control,
función e impulsión presente en el libro
Yoga Taoísta del adepto Lu K'uan Yü
en base a las enseñanzas de su maestro
El Anciano de los Mil Picos: Zhao Bichen

SenderoVérticeDenominación hebreaDenominación taoístaDescripción
Sistema simpático:
Canal de control o del vaso gobernador: Tu Mo (vía solar: Jachin o nadi Pingala)
AMalkuthZi (Tzu)La puerta mortal (Sheng Szu Ch'iao)
BNetsahChou(punto intermedio)
CYin(punto intermedio)
DHesedMaoPunto cardinal Este: elemento Madera (limpieza/ablución)
EHokhmahChen (Ch'en)(punto intermedio)
FSi (Szu)(punto intermedio)
Sistema parasimpático:
Canal de función o del vaso de concepción: Jen Mo (vía lunar: Boaz o nadi Ida)

GKetherWuPunto cardinal Sur: el cerebro (ni wan)
HBinahWei(punto intermedio)
IShen(punto intermedio)
JGevurahYuPunto cardinal Oeste: elemento Metal (purificación/ablución)
KHodXu (Shu)(punto intermedio)
LHai(punto intermedio)
Médula espinal:
Canal de impulsión: Ch'ung Mo (árbol seco, tercer pilar o nadi Sushumna)
MDa'atLiEl corazón: la casa del fuego
NTiferethChung t'uLa tierra central: el plexo solar (Chiang Kung)
OYesodK'anEl dan-tien inferior: la casa del agua
PKetherTsu Ch'iaoEl centro del cerebro

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